El adolescente (II): Algunos consejos para mejorar la comunicación

En la entrada anterior comentamos un poco las características generales de los adolescentes (su forma de ser, los cambios por los que pasan) que explica en gran parte su conducta. Conocer esto puede ayudarnos en el día a día. Sin embargo, en ocasiones no es suficiente. Por eso, en este articulo se señalan algunos errores comunes y un par de consejos para mejorar la comunicación  especialmente centrado en situaciones conflictivas.

COMO NO ABORDARLOS:

Sucede una cosa tan lógica como inútil en la actitud de los padres ante sus hijos adolescentes. Los primeros, ante los problemas de sus hijos o la trasgresión de las normas, aplican correcciones a los segundos con toda la buena voluntad y, a menudo, con argumentos lógicos (al menos desde el punto de vista paterno). Todo esto tiene generalmente dos resultados posibles: uno es que no hagan ningún efecto y el otro es que hagan un efecto negativo (se forme un problema, una discusión o una pelea). Curiosamente ninguno de estos se acerca siquiera al objetivo de padre y, más curios aún, se seguirá intentando esta mima forma de actuar destinada al fracaso constante. ¿Qué falla en la fórmula que aplican los padres?

Los cuatro pecados cardinales no resuelven nada y ayudan a arruinar las relaciones con los hijos. De hecho, comprometen la seguridad de los hijos al aumentar el deseo de actuar. En resumen, la estrategia básica a seguir es:

  1. Si el problema que se desea comentar es de aquellos que hemos dicho que eran normales (ver más arriba), cállese.
  2. Si es importante, acuerde un buen momento para hablar. Salgan a cenar o a dar una vuelta.
  3. Si la conversación se convierte en una discusión, no discuta. Diga “Esta conversación no tiene sentido, me voy” y márchese.

COMO COMUNICARSE CON ELLOS DE MANERA POSITIVA

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Escuchar activamente tiene muchas ventajas. Por un lado refuerza la relación, el joven se siente comprendido (o como mínimo, menos juzgado) y el padre puede obtener más información.

¿Cómo se hace? No debe precipitarse en los juicios ni tomar decisiones (ej. Sobre la gravedad o la consecuencia que merece la conducta de su hijo) sino procurar que el joven hable de su problema y mostrarle que se hace un esfuerzo por comprenderlo.  Veamos un ejemplo:

  • El Idiota: “Anoche me coloqué por primera vez”.
  • Usted: “Un momento. Me has pillado desprevenido. ¿Quieres explicarme lo que ocurrió?”.
  • El Imbécil: “Te vas a poner como una moto”.
  • Usted: “Bueno, no te garantizo que no me disgustaré ni me preocuparé, pero intentaré no gritar”.
  • El Tonto: “Vale. Bueno… mis colegas y yo fuimos a casa de Guillem y tenía marihuana-¿sabes lo que es?-, él había comprado y yo le pregunté ‘¡Eh! ¿Qué es esto?’ y Joan me dijo que no estaba mal, y entonces yo… (etc., etc.)”.
  • Usted: “Parece que no querías parecer un muermo delante de tus colegas nuevos, te sentiste como presionado”.
  • Su Hijo: “Si, pero no estuvo mal hasta que vomité. No sabría decir si realmente estaba colocado. Fue más como, no sé, como no encontrarse bien o algo así…”
  • Usted, parcialmente aliviado: “¿Te sentiste avergonzado y no fue tan divertido?”.
  • Marc: “Supongo”.
  • Usted: “Pareces algo decepcionado”.

Hablar de si mismo es un buen antídoto contra el agobio al adolescente. Ya hemos hablado del egocentrismo del adolescente aunque nos hemos saltado el hecho de que los padres contribuyen al mismo al estar continuamente pendientes de la conducta de los mismos. Por otra parte, los padres pueden llegar a sorprenderse de lo mucho que les interesa a sus hijos la visión de éstos sobre diversos temas como el trabajo, sus amistades, los cuarenta, la política, etc.

Una pregunta frecuente es si se debe o no explicar las transgresiones a las normas que se realizaron en la propia juventud. Por lo general no conviene fingir que se fue dócil cuando no es verdad. Si tiene buena relación con el hijo, el padre puede explicar algún secreto de su juventud, aunque no conviene relatar todas las “proezas”. Si la relación con el hijo no es buena, entonces no conviene explicar nada ya que el adolescente puede usarlo en su contra o para justificar su mala conducta.

La diversión compartida es fundamental para llevarse bien con el adolescente. Para muchos padres puede resultar difícil encontrar una actividad que le agrade tanto a él como a su hijo pero debe hacerse el esfuerzo de encontrar alguna. De hecho, existen algunas actividades que con frecuencia son asequibles como ir a ver una película. Si la relación no es muy buena, esta actividad tiene la ventaja de que no es necesario hablar durante la misma y se puede comentar posteriormente mientras se come algo. Sea cual sea la actividad a realizar con adolescente deben seguirse algunas normas:

  1. Ningún problema: no es el momento para sacar temas “delicados”
  2. La atención individualizada es la mejor: los adolescentes pueden no disfrutar con las actividades de “toda la familia”. Dedíquele algún tiempo exclusivo.
  3. Constancia
  4. Nada de hacerse el mártir
  5. Ir a lo seguro

Si el adolescente se niega a cualquier opción de actividad que se le plantee no debe mostrarse disgustado, ofendido ni tomárselo como algo personal. Lo mejor es ser paciente y seguir aplicando el resto de técnicas (escucha activa, hablar sobre uno mismo y refuerzo positivo)

El refuerzo positivo consiste en promover las conductas deseadas y es una buena alternativa a estar constantemente fijándose en las conductas problemáticas. Está comprobado que el refuerzo verbal (los halagos o reconocimientos) son suficientes para promover una conducta positiva.

En general, los adolescentes prefieren los elogios breves y serios que los que son muy efusivos. Conviene ser realistas y no exagerar así como halagar el resultado o el esfuerzo y no tanto a la persona (mejor decir “estoy muy contento con el esfuerzo que has hecho y lo bien que te ha quedado la maqueta” que “se nota que eres un genio artístico”). En este sentido la objetividad es importante. Muchos padres, probablemente agobiados por los problemas con sus hijos, aseguran que “no hay nada bueno en sus hijos que pueda elogiarse”. Esto suele ser falso y fruto del enfado o la frustración. Si hace un esfuerzo, este mismo padre probablemente encontraría más de una conducta positiva en su hijo. Por último, conviene dosificar el refuerzo positivo sobre todo al inicio o si no se tiene una relación muy buena ya que si no el adolescente verá esta conducta como “artificial” y no dará ningún efecto positivo.

CUANDO Y COMO ACTUAR ANTE DIVERSOS PROBLEMAS

Antes de actuar debe preguntarse:

    1. ¿El problema precisa mi atención o mi intervención?
    2. Si es así, ¿hasta que punto debo implicarme?

Graduar el grado de “intervención” es muy importante dependiendo del tipo de problema. De manera resumida los “papeles” que el padre puede tomar son:

COMO DECIDIR QUE ROL ASUMIR:

En función de como su hijo se gestiona en general: Un adolescente que gestiona generalmente bien sus problemas necesitará menos intervención por parte de sus padres por lo que los roles más adecuados son el de observador y consejero en la mayoría de casos. Además, con la edad los adolescentes necesitan más independencia por lo que estos roles se darán con más frecuencia en un joven de 17 que en uno de 13.

En función de la relación padre-hijo: Si la relación es buena, cualquier intervención resulta más fácil. El joven aceptará mas fácilmente los consejos y la negociación serán también más sencillos. Si la relación es mala los padres tendrán que hacer el rol de director con mayor frecuencia. Los consejos o la negociación pueden ser imposibles en estos casos.

En función de la gravedad del problema: Si el problema no es grave, los padres deberían ser menos intrusivos. Con frecuencia se confunde lo molesto del problema con su gravedad. Recuerde que más arriba se explica que el adolescente realiza muchísimas conductas molestas pero normales. La idea fundamental es que se debe intervenir solo si se considera NECESARIO.

En ocasiones puede darse el caso de que los padres y los hijos no estén de acuerdo en el papel que el primero debe adoptar. Se debe, fundamentalmente, a la más que comentada intención de los adolescentes de ser independientes. Por ejemplo, ante una decisión que un adolescente quiere tomar (ir a un viaje) que es de por si un problema, ambos pueden estar en desacuerdo sobre el papel del padre. El joven puede pensar que el padre solo tiene derecho a observar y aconsejar y el padre puede pensar que su rol debe ser el de dirigir. La valoración de la situación (ej: demasiado jóvenes para viajar solos cierta distancia o a ciertas horas) es la que el padre deberá tener en cuenta para optar por ser firme en su rol o revisarlo.

 COMO OBSERVAR, COMO ACONSEJAR, COMO NEGOCIAR Y COMO DIRIGIR.

OBSERVAR: Es el rol fundamental y por el que conviene siempre comenzar. Si el adolescente va realizando conductas que le preocupan, sopese la gravedad y siga observando. Quizá si el problema de su hijo sigue sin resolverse pueda intentar aconsejarle. La observación no excluye la escucha activa, eso sí, mientras escucha no conviene dar consejos que nadie ha pedido. Observando y escuchando se aprenden muchas cosas sobre los hijos. Es posible que en este “aprender” descubra información que lo perturbe. Antes de responder ante esta “alerta”, piense. Repase los cuatro pecados cardinales y procure no cometerlos.

ACONSEJAR: “Me gustaría que llevases el pelo más corto”, “Por favor, recoge tu habitación este fin de semana”, “Si quieres mi opinión, eres muy mandona con tu novio” son algunos ejemplos de consejos legítimos de un consejero. El consejero es un asesor, alguien que da orientación. El receptor del consejo es libre de seguirlo o no. Si el consejo no da el resultado que buscaba, no lo repita. En lugar de esto tiene dos opciones en función de la gravedad del problema. Si el problema es leve puede simplemente regresar al rol de observador y tener paciencia. Si por el contrario se trata de un problema que estima más importante, puede pasar al rol de negociador. ANTES DE DAR CONSEJOS: recuerde que no se los han pedido y actúe con cautela. Otra alternativa interesante es ser original a la hora de dar sus consejos para que sean mejor recibidos, escribir una carta, hacer un dibujo o llevarse al adolescente a un lugar que le guste.

NEGOCIAR: “Tenemos un problema y quisiera hablar de ello en algún momento” es un buen ejemplo de como introducir una negociación. Negociar es la prueba de que el joven ya no es un niño y que tiene un rol activo en la resolución de los conflictos. Aunque muchas negociaciones pueden darse sin dificultades conviene seguir ciertos pasos:

  1. Acordar la negociación
  2. Elegir un buen momento y lugar para hablar
  3. Definir claramente el problema
  4. Hacer un trato

DIRIGIR: En muchas ocasiones los consejos y las negociaciones no son suficientes y es necesario marcar límites. Esto sucede a menudo cuando las cosas han llegado demasiado lejos y los problemas son ya serios.

Una forma de llevar a cabo el papel de director es:

  1. Si ambos padres viven en la misma casa reúnanse para definir el problema y que posición quieren adoptar.
  2. Dar al adolescente un aviso por escrito. En el aviso se describe el comportamiento que se considera inaceptable y se le da un plazo para que lo cambie tras el cual, se le avisa, habrán consecuencias. Que el aviso sea por escrito es importante. Por un lado en el fervor de una discusión o si el adolescente no está receptivo, hablar puede ser inútil. Además, el hecho de que quede escrito asegura que no se tomará como un arrebato fruto de la discusión y que, por tanto, debe tomarse en serio.
  3. El siguiente paso es el de la acción. Ya no hay sitio para hablar o negociar. Es muy importante que se permanezca en silencio en este paso. Se aplica la consecuencia que se considere apropiada y haya sido acordad entre los padres. No debe acompañarse la consecuencia con regañinas ni nada que la pueda transformar en una discusión.

QUE USAR COMO CONSECUENCIAS:

Aunque a veces parezca lo contrario, los padres tienen un gran control sobre la mayoría de las cosas que los adolescentes desean. Restringir el uso o privilegios es una fuente legítima de control de consecuencias. El dinero que el adolescente recibe, el servicio de chofer cuando se lo lleva a los sitios, el bono de tren o bus, el comer ciertos alimentos, el uso del teléfono, de internet, del televisor, etc. Todas estas comodidades que usted debería pagar si está en un hotel y que se ofrecen sin reparos a los hijos son susceptibles de ser utilizadas como consecuencias.

COMO GRADUAR LAS CONSECUENCIAS:

Un aspecto tan importante como el de poner límites mediante consecuencias a la desobediencia es que dichas consecuencias sean pertinentes. Un castigo demasiado leve puede no ser suficiente para disuadir al adolescente y uno demasiado severo puede hacer pensar al adolescente que sus padres son unos “tiranos” y no fijarse en como mejorar su propia conducta. Una cosa que puede facilitar la decisión de las consecuencias es elaborar un sistema de categorías para las “transgresiones” del adolescente. Una opción es realizar tres categorías (leve, moderado y grave) aunque pueden hacerse cuatro. No conviene hacer muchas más categorías ya que convertirían la disciplina en un sistema burocrático que no se ajuste bien a lo variable que es la vida real.

Para que sirve de ayuda, cuando se idea el sistema debe pensarse algunos ejemplos de conductas problemáticas y dividirlas en las categorías. Luego debe pensarse posibles castigos para cuando el hijo no cumple la advertencia y repartirlos de manera que las faltas más leves vayan acompañadas de los castigos más leves. Algunos ejemplos de faltas y consecuencias serían aparecen a continuación. Algunas faltas hacen referencia a una actitud continuada o problema repetido (ej: no dar de comer al perro una sola vez no es importante pero si se está convirtiendo en una costumbre debe corregirse)

La aplicación de las consecuencias es más fácil si el joven tiene asignada una paga, ya que se descuentan directamente de allí. Si la relación es buena, puede combinarse la dirección con la negociación de diversas formas. Por ejemplo, algunas familias acuerdan el sistema (con sus consecuencias) con los adolescentes a priori. Otras familias le dejan escoger a su hijo entre varias posibles consecuencias cuando cometen la falta. En este caso, si el joven tarda en decidirse o intenta retrasar la decisión, el padre aplica la que considere adecuada. Es importante que una vez decidida la consecuencia se detenga toda negociación.

MANEJO DE LA MANIPULACIÓN

La manipulación y la presión no son conductas raras, maléficas ni enfermizas. Forman parte, irritante si, de la vida familiar normal. Las personas utilizan la manipulación y el chantaje cuando se sienten frustradas, desean algo o no saben como salir de una situación desagradable. Los padres deben ser conscientes de que sus hijos no les reconocerán el esfuerzo por intentar educarlos. Todo y que la situación mejore cando un padre que daba la lata se vuelva negociador, su hijo no le dará las gracias por ello. En lugar de esto, le presionará y le intentará manipular para continuar intentando conseguir el máximo de independencia posible.

En general la manipulación de los hijos adolescentes tiene dos propósitos. El primero es el de conseguir algo (ej: que lo dejen salir de fiesta, que no le obliguen a estudiar, que le presten el coche, etc.). El segundo propósito puede perseguirse cuando el primero falla: la venganza. El adolescente que no consigue aquello que pretendía puede presionar o chantajear a sus padres con el fin de hacerles ver que su negativa tiene terribles consecuencias. Quizá así, piensa el adolescente, la próxima vez los padres se lo piensen mejor antes de negarle nada.

Estar preparados para estas acciones de sus hijos es fundamental. No poder gestionar estas conductas puede hacer que el resto de acciones disciplinarias pierdan su eficacia y abre las puertas a que el adolescente acabe “gobernando” en su casa. Podríamos decir que existen 6 formas básicas de influir en los demás mediante la manipulación:

MANIPULACIÓN: EL DILEMA CULPA vs. RABIA

Existe un tipo de situación que se da con frecuencia cuando una persona intenta influir en otra (y no solo con adolescentes). Dicha situación consiste en que tras la acción de una persona, la respuesta del otro se debate entre sentirse culpable o sentir rabia. Exponemos un caso de ejemplo:

Mientras el padre mira un partido de futbol:

  • “Papá, ¿me llevas a casa de Marta?”
  • “Cristina, vive al otro la do de la ciudad.”
  • “Solo tardaremos 40 minutos.”
  • “Mira, eliges los peores momentos para pedirme que te lleve.”
  • “El asqueroso fútbol es más importante que yo, ¿no?”
  • “¿Por qué no te planificas mejor?”
  • “Da igual, nunca haces nada por mi.”
  • “Vale, vale. Pongámonos en marcha antes de que acabe el asqueroso partido.”
  • “No, no. No quiero estropearte el día. Gracias de todos modos, ¡me quedo en casa!

En este caso, en cuanto la hija hace la petición (espontánea, por cierto) el padre puede elegir entre acompañarla y sentirse resentido o negarse y sentirse culpable. En este tipo de situaciones, en realidad, ambos se disputan estos puestos. En el ejemplo, el padre intenta pasarle la culpa a su hija (“vamos y me pierdo el partido”) pero esta no la acepta y contrataca. En general, las personas solemos aceptar con más facilidad el enfado que la culpa, quizá porque con el primero desplazamos hacia los demás la responsabilidad. Para hacer que el otro asuma la culpa, hacerse el mártir es una de las estrategias más utilizadas.

¿Cómo actuar? No es sencillo y probablemente a menudo quede un regusto de alguna sensación desagradable. Las opciones más adecuadas ante una petición como la del ejemplo serían o bien la negativa o bien una contraoferta del tipo “te llevaré en el descanso”.

GESTION DE LA MANIPULACIÓN

Fuente: T.W. Phelan (2011) Cómo sobrevivir a sus adolescentes: Tirar o aflojar las riendas con hijos de 13 a 18 años. Medici Ediciones

El adolescente (parte 1): una especie particular

OCUPARSE DEL ADOLESCENTE, ENTRE OTRAS OCUPACIONES

Antes de hablar sobre cómo se comporta un adolescente y, más aún, de cómo pueden comportarse los padres, hay que hacer hincapié en que la vida familiar no gira solo en torno a él y que este hecho es sumamente importante si uno quiere comprender la situación de la que se parte y hasta qué punto puede cambiarse. En concreto, los padres realizan numerosas actividades que requieren de tiempo y energía. A su vez, estas actividades pueden ser fuente de estrés, cansancio o irritación. En definitiva, los recursos básicos con los que se enfrentan a problemáticas familiares, más complejas cuando incluyen hijos adolescentes, se ven mermados y condicionados por el resto de exigencias de la vida. Con todo esto pretende decirse que conviene rentabilizar los recursos, ¡que ya son escasos! Como veremos más adelante ¿Es una buena inversión iniciar una discusión con el adolescente o podría actuarse de una manera menos costosa y con mejores resultados?

RETRATO DEL ADOLESCENTE: ¿QUIÉN ES ESTE JOVEN Y DONDE ESTÁ MI PEQUEÑO?

Durante la adolescencia se producen numerosos cambios y a un ritmo muy acelerado. Los padres, testigos de la metamorfosis de su hijo, pueden sentirse a menudo desconcertados. Todos estos cambios van dirigidos a que el niño se transforme en un adulto. En el caso de los humanos, el tiempo que los hijos permanecen con sus padres es mayor que en cualquier otra especie. De hecho, los cambios sociales han repercutido en que este tiempo en el que el joven depende de su familia sea mayor en la actualidad que hace unos años. Aun así, en muchas ocasiones los adolescentes se sienten capaces de tomar las responsabilidades (y privilegios) de la edad adulta antes de que sus padres o la sociedad lo consideren oportuno. El resultado de esta “dependencia prolongada” es que los adolescentes pueden sentir cierto resentimiento hacia sus mayores así como percibir que éstos los menosprecian al coartar su grado de independencia.

Esquema del desarrollo del adolescente

 cambios

Cambios

Algunos lentos, otros casi instantáneos. Algunos emocionantes y otros desconcertantes/ preocupantes. Los cambios parecen avanzar y retroceder, dándose por partes y resultando un reto para la formación de una autoimagen estable en el adolescente.

 

Extravagancia

Para conseguir su identidad, los adolescentes  procuran ser lo más «diferente» posible a sus mayores (aunque similares entre ellos). Parecen disfrutar causando sorpresa o provocando miradas.

 

Distancia

Distanciarse de sus padres es inevitable y es parte de la ya descrita «carrera por la identidad propia». Esto significa que a menudo evitarán reuniones familiares, pasarán el menor tiempo posible en la mesa y en los espacios comunes. En muchos casos pasarán gran parte del tiempo fuera de casa o recluidos en sus habitaciones guardando con celo su privacidad.

 

Compañeros

El adolescente querrá pasar todo el tiempo posible con sus «colegas». En esta época la actividad social se vuelve prioritaria. Posiblemente no conozca a muchos de sus amigos o algunos no le guste. Cuando empieza la relación con el sexo opuesto, ésta se vuelve obsesiva y objeto de la máxima privacidad.

 

Inexperiencia

Una de las fuentes de emoción del adolescente es la percepción de que tiene ante si infinitas posibilidades. Esto significa que la mente del mismo se encuentra más llena de sueños que de experiencia. Por eso se dice que pasan gran parte del día soñando despiertos, imaginando su futuro en formas que pueden parecer inviables o absurdas para sus padres.

 

Conciencia de uno mismo

Los adolescentes pasan gran parte del tiempo concentrados en sus pensamientos y emociones, así como en sus actividades. Viven todo esto con gran intensidad sintiéndose a menudo como si estuvieran ante un público imaginario. Esto se traduce en una visión egocéntrica del mundo que convierte sus éxitos en algo maravilloso y asombroso (muestra de su potencial) y sus fracasos en una terrible muestra de su incompetencia.

 

Correr riesgos

Los adolescentes corren riesgos, experimentan y pueden llegar a ser peligrosamente creativos. Algunos de los riesgos se deben a una curiosidad natural y sana y otros pueden deberse a la visión egocéntrica (tener cualidades especiales que evitarán que se haga daño). Es uno de esos aspectos normales que hay que prestar atención.

MOLESTO… PERO NORMAL

Hasta ahora hemos hablado de los cambios de los adolescentes y porque se dan. Es necesario reconocer que como resultado de esto se dan a menudo problemas o conductas molestas. Una de las principales preocupaciones de los padres (especialmente aquellos que no tienen experiencia con adolescentes) es saber si aquello es normal o, hasta que punto lo es. Algunos ejemplos de conductas molestas pero normales son:

  • Largas charlas por teléfono/ chat
  • Vestimenta y aspecto
  • Desorden en su habitación
  • Preferencias musicales
  • Gramática
  • No salir con la familia
  • Actitud negativa intermitente
  • Hábitos de alimentación
  • Uso de la asignación
  • Uso de sus cosas
  • Olvido de las tareas

COMO SABER SI TIENE PROBLEMAS

Es difícil establecer un punto en el cual las conductas del adolescente pueden ser signos de problemas emocionales y no solo manifestaciones del proceso evolutivo normal. En general, un análisis de las distintas áreas debería mostrar que el adolescente con problemas tiene alteradas de forma significativa casi todas sus relaciones y actividades. Sin ánimo de generalizar, se presenta una tabla de ejemplo que diferencia los adolescentes problemáticos de aquellos competentes y corrientes.